En la serie Evolución: dar vueltas hacia afuera, Ana Matey se comprende a partir de un conjunto de elementos que se combinan para dar lugar a seres híbridos cercanos a la ficción. Su modus operandi consiste en largos periodos caminando y recolectando de forma casi obsesiva. Al principio recopila restos orgánicos de pétalos y flores caídas rescatadas de tres continentes.

Entre las localizaciones se encuentran Marruecos, México, Puerto Rico, Paraguay, Brasil y distintos países de Europa. Con el tiempo introduce el cuerpo humano a través de sus propias radiografías fragmentadas y, finalmente, añade residuos tecnológicos, desde interiores de teclados hasta ratones de ordenador. Fiel al discurso que impregna toda su obra, busca el equilibrio entre lo natural y lo artificial mediante procesos no invasivos.

El método cuestiona la fotografía en sí misma al no haber utilizado cámara en ningún caso. Las imágenes se obtienen a partir de quimigramas y fotogramas, revelados con las técnicas de la cianotipia y Van Dyke, en los que dibuja con los químicos y aporta las texturas de los distintos pétalos, plantas y placas médicas. La experiencia del recorrido en la memoria y el cuerpo se traduce en impresiones sensoriales que se trasladan a los objetos configurando posibles capas del ser.

Fragmento del texto elaborado por la comisaria Nerea Ubieto.

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